El 29 de diciembre de 1996, el Gobierno y las organizaciones guerrilleras de Guatemala firmaban el Acuerdo de Paz Firme y Duradera que debía poner fin a más de 30 años de sangrienta guerra civil. España fue desde el primer momento impulsor y garante decidida de dicho acuerdo y a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional se han ido suscribiendo repetidos Convenios de colaboración encaminados a la transformación de la sociedad y las instituciones guatemaltecas de cara a hacer realidad la letra del Acuerdo de Paz. En el ámbito de dicha cooperación, la Agencia Española de Cooperación Internacional, el Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala y la Universidad de San Carlos firmaron un acuerdo específico para impartir dos cursos a cuyo final se recibía un título de diplomado, en Derecho Constitucional y en Derecho Procesal Civil, a los abogados guatemaltecos. La experiencia y prestigio del Colegio de Abogados de Zaragoza y de su Centro de Formación llevó a que fuera nuestro Colegio el elegido entre todos los españoles para impartir ambos Diplomados, lo que debía hacerse de forma sucesiva y a lo largo de doce meses durante el año 2001. Tras diversas conversaciones se llegó a un acuerdo final, consistente en que ambos Diplomados se impartirían de forma simultánea y durante un período de seis meses. Así, compañeros que reúnen la condición de profesores del Centro de Formación o de integrantes de la Junta de Gobierno se viene desplazando a Guatemala desde el pasado mes de septiembre de dos en dos, con una periodicidad quincenal, e imparten sus clases dos días en la Ciudad de Quetzatenalgo y cuatro en la de Guatemala capital, a razón de 4 horas diarias durante seis días seguidos, de lunes a sábado. Los gastos de desplazamiento a Guatemala y estancia en dicho país corren a cargo de la Agencia y los de mantenimiento en el país a cargo del Colegio de Abogados y Notario de Guatemala, poniendo su experiencia los compañeros que se desplazan con carácter absolutamente solidario y sin percibir contraprestación económica alguna que compense su esfuerzo y el dejar sus despachos durante una semana, que con los desplazamientos supone diez días. El Colegio de Abogados de Zaragoza se siente orgulloso de haber sido elegido para este papel y de tener la oportunidad de aportar algo de su parte para hacer que el Estado de Derecho sea una realidad en una zona de Centroamérica tan unida a nuestro país y tan necesitada de ayudar.
En estas páginas publicamos las impresiones de uno de los compañeros
que han participado en el programa.
Suena el teléfono de mi despacho y pregunto quién es: el Decano. Con su tono habitual cordial y pausado me pregunta: ¿tú das clases en el Centro de Formación?. Sí, contesto. Pues te querría pedir un favor, que des unas charlas. De acuerdo Decano, tú dirás. Lo que yo creía que podría ser un compromiso por mi interés por el Derecho Ambiental, dió lugar a que se me “mudara la color” cuando me dijo: “en Guatemala, en un acuerdo que tenemos con la Agencia de Cooperación Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores y el Colegio dirigido a los Abogados de ese País que, como sabrás, tienen la doble condición de Abogados y Notarios”. Indudablemente, el sillón de mi despacho debe ser de buena calidad porque el respingo que di, de haber fallado hubiera podido salir proyectado sobre una de las nuevas farolas de la calle Alfonso. El compromiso estaba hecho. Ahora, aparte de mentalizarme, debía ponerme al día en el programa que, aunque conocido, no sé hasta qué punto podía dar por sabido: la Constitución como Norma, los Derechos Fundamentales, los Principios Rectores.... Indudablemente era un reto, puesto que en esta profesión, tan apasionante por un lado pero tan desagradecida por otro, quién les iba a explicar a mis clientes que me desplazaba una semana a Guatemala, a mis años, de colaborador voluntario, y dejaba de trabajar en mi despacho sin recibir una remuneración a cambio. Se sucedieron idas y venidas a la Biblioteca del Colegio y encuentros con Miguel Angel Aragüés para localizar el material con el que ilustrarme y poder impartir las cuatro horas diarias de clase que fijaba el programa. Como decía al principio, los alumnos eran compañeros de profesión y cuatro horas diarias son muchas horas, como suponíamos. Llegó el día de la salida, domingo 14 de octubre por más señas, y con mi compañero de viaje, el abnegado Secretario de nuestro Colegio, José Miguel Revillo, tomamos el “Concorde” (...) que hace el vuelo Zaragoza-Madrid, para enlazar con los siguientes Madrid-Miami, Miami-Guatemala. La casualidad hizo que en el vuelo Madrid-Miami coincidiéramos en nuestra fila de asientos con un Fiscal adscrito a los Juzgados de Instrucción de Madrid, que se desplazaba a El Salvador, como ya había hecho otras veces, también dentro de uno de los programas de la Cooperación Española. En nuestras conversaciones a lo largo del viaje, tuvimos la ocasión de conocer de primera mano que la labor de la Cooperación Española es muy amplia y muy bien considerada en todos los países latinoamericanos. La llegada al Aeropuerto de Miami supuso un duro ejercicio al comprobar el efecto de los acontecimientos ocurridos el 11 de septiembre. Así, lo que hasta hace algunas fechas hubiera sido una pacífica estancia en la sala de tránsito del aeropuerto norteamericano, se convirtió en un ir y venir por sus instalaciones, aguantando colas interminables, malos modos y finalmente unos exhaustivos registros en presencia de un miembro de la Guardia Nacional, con la vestimenta de campaña. Me resultaba un tanto chocante haberme pasado unos cuantos días empapándome de teoría sobre las diversas Declaraciones de Derechos Humanos y la verdad es que lo de “...nadie será sometido a trato degradante”, que recogen todas esas declaraciones, empezaba ya a cuestionármelo. * Finalmente y rondando casi las 20 horas de viaje, llegamos a Guatemala City, en cuyo aeropuerto nos esperaban el Presidente del Colegio de Abogados y Notarios y el Gerente del mismo, Adrián Zapata. Nuestro agotamiento físico se nos olvidó ante la acogida que nos dispensaron nuestros colegas guatemaltecos. Indudablemente, si algo hay que destacar en esta estancia en Guatemala es la constante de acogida cordial y amistosa que hemos recibido por parte de todas aquellas personas con las que nos hemos relacionado. Después de haber pasado una noche en el confortable hotel de Guatemala City, una furgoneta, “busito” en el lenguaje local, nos trasladó a Quetzaltenango (Xela), donde íbamos a comenzar nuestro compromiso docente. El coordinador designado por el Colegio en esa Ciudad nos recogió y trasladó a las instalaciones universitarias en las que pudimos comprobar que el interés del alumnado te hacía olvidar los modestos medios materiales con los que contaban. Resultaba difícil mantener la palabra durante bastante tiempo, ya que las intervenciones de los compañeros-alumnos se sucedían, mostrando en todo momento su inquietud y curiosidad intelectual. El contraste con los asistentes en los cursos en nuestro País era chocante, en España, y más últimamente, el alumnado (salvo honrosas excepciones, que las hay) permanece pasivo, cosa que en Guatemala era absolutamente al revés. Como decía uno de los participantes, “el problema aquí es que los alumnos hablan demasiado y no dejan hablar al Profesor”. Terminada la clase y advertidos por nuestro Vicedecano, Javier Sancho Arroyo, no nos sorprendimos al entrar en el hotel y comprobar la colonización aragonesa en Quetzaltenango (valga la expresión amistosa), puesto que en el centro del patio del hotel figura el escudo de Huesca a causa de un antepasado de los propietarios del mismo. Después de permanecer dos días en Quetzaltenango, nos trasladamos nuevamente a Guatemala City en otro “busito”, con un desvió obligado para conocer uno de los paisajes más impresionantes de Guatemala, como es el Lago Atitlan, precioso paraje rodeado de volcanes. Reanudamos las clases en Guatemala City, en la Universidad de San Carlos, con unos medios materiales superiores a los de Quetzaltenango, puesto que recientemente ha sido remozada. No hay que olvidar que Guatemala sale de un proceso de guerra civil con más de 200.000 muertos y que viene trabajando sobre los Acuerdos de Paz que se firmaron en su momento y que suponen una esperanza, como ellos dicen, en pos de una sana convivencia y un destino mejor. La activa participación de los compañeros de Quetzaltenango de multiplicó por dos con los de Guatemala City. Las intervenciones se sucedían y también las preguntas comprometidas, demostrando la gran preparación de muchos de ellos, entre los que se encontraban Profesores de Universidad, Jueces, Defensores Públicos y Abogados litigantes, como se denominan a los que se dedican al ejercicio de la profesión.
Llevaría mucho tiempo explicar las vicisitudes de este curso, pero
a modo de resumen podríamos decir que con tan amplio programa docente,
cuatro horas diarias de clase, en semana completa, de lunes a sábado,
se hace un tanto duro, pero indudablemente tiene la compensación
de que nuestro esfuerzo reconocido y agradecido, personal y moralmente,
pueda ser un paso más a la contribución a los Acuerdos de
Paz de Guatemala que, como señalan en un apartado de los mismos,
les lleven a que “hagan prevalecer el diálogo sobre la violencia
y la razón sobre los rencores”.
* Recordaba que una de las primeras declaraciones
a las que me refería era la Declaración de Derechos de
Virginia de 1776: “...todos los hombres han sido creados libres e independientes,
gozan de ciertos derechos inherentes de los que, ni siquiera en estado
de sociedad, pueden privar a su posteridad, como la vida, la libertad,
la propiedad y la búsqueda de la felicidad; que todo el poder deriva
del pueblo; que cuando el Gobierno no cumple sus finalidades una mayoría
del pueblo tiene el derecho inalienable de abolirlo; que no se impondrán
multas excesivas ni castigos crueles e inusuales...”
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